Un grupo de hombres se mueve con rapidez por la orilla
negra. La masa de palos, plásticos y barro que cubre el suelo no les impide
avanzar con agilidad. El olor salado del mar se mezcla con el de la suciedad
que escupe la marea del Atlántico.
Guet Ndar es un barrio de pescadores situado a las afueras
de Saint Louis, la segunda ciudad más grande de Senegal. La mayoría de sus
calles están sin asfaltar pero gracias a su actividad pesquera es el motor
económico de Saint Louis.
Al atardecer llegan los cayucos a Guet Ndar. Parece que no
ha sido mala faena y descargan sin parar cajas repletas de pescado. Las mujeres
esperan en la orilla con bidones de plástico reciclados y un niño observa
atento. La ley no escrita les permite quedarse con las piezas que caigan al
suelo en el transcurso de la descarga.
Muy cerca de aquí se ahúma, sala y seca gran parte del
pescado, un método común en las tierras donde escasean los frigoríficos.
Cientos de mesas, cestos y bidones ennegrecidos por el fuego abarrotan el
espacio, formando un intrincado laberinto. Pero la actividad incesante de Guet
Ndar se detiene cuando el muecín llama a la oración. Entre rezos se va yendo la
luz pero allá, al lado del mar, todavía se distingue una columna de humo denso.
Vivo y más oscuro que la noche.