¡Mi abuela de corcho! es una expresión popular muy utilizada por mi abuela. Aunque desconoce su origen con ella muestra sorpresa o enfado.
Este proyecto supone un acercamiento a la vida de mi abuela Araceli. A través de su espacio pretendo mostrar la paradójica complejidad de una vida sencilla pero intensa. Su casa es el manantial de los orígenes de mi familia y su paisaje un territorio cargado de evocaciones. Aquí creció mi padre. Él a menudo habla de su infancia con fantasías, y como poeta, suele mezclar realidad y literatura.
Los recuerdos heredados de las historias de mi padre crearon en mí la idea del pueblo como algo literario, al mismo tiempo que lo vivíamos como un lugar tremendamente mundano, transitando por los caminos en los que recogíamos el regaliz, o entre los enjambres de las huertas. A esta imagen tan real en la vida diaria como en la imaginación contribuyeron personajes como mi bisabuela Josefa, siempre de negro y con un enorme moño blanco.
El 32 de la calle San Francisco es un museo improvisado cuyos pasillos y caminos guardan la memoria familiar. Un pequeño refugio sencillo y fascinante.
